No es que uno deje de querer lo querido, lo que pasa es que todo el amor que se quedó pegado a las paredes, pudo ser guardado en una cajita azul. Y la cajita fue puesta en un lugar seguro, debajo de la cama y al lado del monstruo que me asustaba por las noches. Ahí se queda el cariño, conservándose joven para cuando lo necesite de nuevo.
Esta noche lloré un poquito. Lloré de libertad, porque ya no pesa. Ya puedo guardar la bicicleta y seguir a pie...