Apreciado señor.
Cuando encontré sus gafas en la mitad de la calle me invadió una sensación de abandono y tristeza. Yo sé lo que se siente perder algo importante... Me pareció casi un milagro que aparte de una torcedura sencilla de pata, estuvieran intactas. Ningún carro las espichó, nadie las pisó, los lentes ni siquiera estaban rallados, y eso me pone más triste... Pensar que usted debe pensar que sus gafas están rotas en algún lado, y usted sin ver, y yo sin verlo a usted; y las gafas sentadas esperándolo en el andén.
Hoy fui miserable al irme. Me sentí como una mala persona que abandona a un ser importante.
Que me digan tonta los lectores, pero es que nadie, nadie, excepto usted y yo que usamos gafas, sabe lo importantes que son unos lentes con marco para ver la vida con claridad.
Ojalá que usted vuelva al andén de la 72 con 9 y ojalá, por el bien de todas las cosas que nos cuestan trabajo, que esas gafitas de lentes de policarbonato, con filtro solar y antireflejo que había comprado con tanto esfuerzo, sigan sentadas esperando.
Saludos.
Ángela.
miércoles, 10 de julio de 2013
martes, 9 de julio de 2013
Doña boronas
Soy un montón de boronas felices que se van libres a conocer la casa; voy regada en la mesa, en el suelo y hasta en el pelo.
...Y pobre pan, tan bonito y mantequilludo, que por lindo y perfecto se lo comieron.
...Y pobre pan, tan bonito y mantequilludo, que por lindo y perfecto se lo comieron.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)