miércoles, 31 de mayo de 2017

La ciudad de los muertos


Es de día. Miles caminamos por las calles negras, ocupados en múltiples actividades para subsistir; pero parece que solo deambularamos. Desde arriba Dios ve impotente cómo arrastramos los pies.

Aquí las personas somos especiales, todos llevamos un muerto en los hombros, como si su piel morada nos diera abrigo; pero los difuntos son en verdad una sombra que nos bloquea la luz del sol y un peso que cansa...

Siempre duelen los difuntos sobre los cuerpos de los vivos. Hay unos que hieden especialmente en los días de calor, se derriten sobre sus anfitriones, y hueso y tejido se mezclan con la carne del que los carga. Hoy es uno de esos días. Huele mal afuera, como si se estuvieran pudriendo las avenidas, como si a la ciudad también la hubieran matado; pero no es culpa del paisaje, somos los caminantes, que llevamos a nuestros muertos a todas partes.

Así es como luchamos por mantener en vigencia a los tiempos pasados, queremos resucitar los días felices, o morirnos con ellos.

Agonizamos todos, Siempre...

Es de día, en la ciudad de los muertos.