martes, 11 de diciembre de 2012

La torta gigante

"¡Granos de azúcar!". Eso fue lo primero que se le vino a la cabeza mientras recorría el jardín con la mirada. Sí, con toda seguridad veía granos de azúcar de cerca y azúcar pulverizada de lejos.

...Y entonces se le ocurrió:

"A veces las cosas no son lo que parecen. No importa cuánto hayan tratado de convencernos los profesores de ciencias naturales"

Para ella, las casas del barrio bien podrían ser chispitas de dulce, la tierra bajo sus botas felpudas un pedazo de ponque de vino y las calles pavimentadas, lineas de crema chantillí. En cuanto a los granos de azúcar...
Eran granos de azúcar, no nieve como le habían hecho creer sus papás.

"¡El mundo es una torta gigante!", concluyó con convicción y empezó a caminar con paso recto mientras meditaba sobre su nuevo descubrimiento: "es increíble, emocionante, controversial  y..."

"Oh no..." Era sólo una posibilidad en la cabeza de una niña. Una idea dudable, improbable de momento, diferente, infantil, única... 

Y a veces, las grandes ideas se vuelven insignificantes en cabezas demasiado realistas. Súbitamente la noción de vivir en una 'torta gigante' empezó a sonar estúpida, y ella no quería sentirse estúpida...

Al final, en contra de sus propios impulsos, decidió que lo mejor era que la tierra siguiera siendo tierra, las casas, casas, y la nieve agua congelada, nada más. Y muy triste, pero resuelta, se fue para su casa.

Fue lamentable que se rindiera tan rápido. Si en vez de irse, decepcionada de si misma y de su falta de argumentos, Eugenia hubiese mirado hacia arriba, habría visto como una sombra nubosa invadía el cielo azul (que por cierto, era en realidad el techo azul de una cocina) justo antes de que una gran mano apareciera esparciendo azúcar blanca sobre la ciudad.

... Lo cierto es que ese día pasaron dos cosas importantes. En un mundo alguién decoraba un pastel gigante, y en otro una niña sin fé veía nevar desde la ventana.
Ilustración de Vero Gatti


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