miércoles, 19 de febrero de 2014

El paraguas negro

Desde arriba Dios solo veía un paraguas negro. Nada especial para el creador del universo... Pero que bonito era. La forma en que se meneaba por entre los edificios era particular; y sin embargo era una sombrilla corriente, sin ningún atributo especial, ni siquiera era nueva, pero le aportaba elegancia a la tarde de lluvia mientras se movía entre sus homólogas, otras tantas manchas baratas y de colores vomitivos.


- Qué hay bajo el paraguas? -


Así empiezan las obsesiones. Con una pregunta simple, que no va a cambiar nada, pero que se vuelve indispensable para satisfacer el morbo.

Es una mujer?, un niño?, un enano? Un señor de corbatín? 

Podría ser una vieja llena de arrugas y sin fuerza, que disimula el párkinson agarrando su paraguas por el mango y echándole al viento toda la culpa por la tembladera.

Podría ser un perdedor que evita mirar hacia arriba.

Podría ser una mujer sin fe.

Podría ser el mismo Dios, arriba y abajo al mismo tiempo por su omnipresencia...


- Qué hay bajo el paraguas? -


La respuesta llegó simple. 
Debajo del paraguas están los vivos, y yo, que voy subiendo, soy el último aire de un ser que ya no se preocupa por nada.

Ya nunca voy a poder saber qué había debajo del paraguas.




martes, 18 de febrero de 2014

Conchita desangelada

Las palabras son bonitas y muy importantes; pero Conchita cree que estan sobrestimadas y por eso no las dice más. 

La última vez que habló se expresó con convicción. La ignorancia fluyó naturalmente, y la contundencia con la que la lengua tocó sus dientes, explotó en miles de millones de partículas de aire y sonido que al final, siendo el fraude que eran, se convirtieron en el eructo más grande que una mujer ojona y bajita emitió jamás.

Con asco, el mundo perdió una voz, que a su vez perdió la fe en el habla; y sin palabras Conchita no pudo más ser persona...

Con la mente nublada, la piel reseca, los ojos en blanco y la boca sellada llegó el fin de su humanidad, y en su lugar el vacío dio orígen a una nueva forma de vida, que aunque seguía siendo hermosa, tenía un destino frívolo. 

Conchita se volvió una concha hueca, y aunque la gente todavía le pone el oído, para ver si dice algo, hay que contentarse con los mini remolinos de gas que se estrellan contra sus paredes y forman lo que las mamás llaman "el sonido del mar".

...

No son las palabras las que están sobrestimadas, son los conceptos.