Él se quedó ahí, parado frente al portón, humillado, desangelado... "Cómo puede ser tan cruel" se lamentó con la garganta seca.
La flor en su mano de repente se sintió marchita. Qué culpa tenía ella de ser una margarita de mentiras, ahora nadie en el mundo la iba a querer, toda gastada y estrujada.
...Y mientras los vivos atendían a esta escena cliché de barrio residencial, sucedió algo incoherente:
apareció una gota de agua entre pétalos blancos. Lloró una flor sintética.
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