Sucedió una vez, en un país donde el matrimonio gay era visto con buenos ojos, que se enamoraron un lápiz y un papel.
Sabiéndose por principio hechos de la misma madera, se abandonaron sin prejuicios a la prosa de un poeta, cuyos dedos curtidos aportaron la cuota de piel necesaria para iniciar un buen relato; tan brillantes eran sus trazos, y tan elegantes sus letras, que la mano del escritor se volvió famosa. De todas partes del mundo venían a leer. El público lloraba, reía, soñaba...
Entre tanto, en la intimidad de su anonimato, el lápiz siguió amando, pintando, rayando sobre el papel muerto de cosquillas. (...) Y así fue hasta el final de los días, cuando sobre el escritorio sólo quedó un sombrero de borrador y un montoncito de cenizas.
Esos son los amores que consumen, los que hay que procurar, porque construyen buenas historias.
Ilustración el origen de los días, por 'Nando'
miércoles, 28 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
Carta abierta de un libro malo
Yo sé que soy un libro malo, de esos que todo el mundo lee. Es porque soy corriente, ordinario, y fácil de leer.
Sé que mis historias no son sorprendentes, ni profundas. Que nunca estaré a la altura de Hemingway, Dickens, Austen, Levy, o incluso el joven Warnke. Y sin embargo todos ellos me miran con envidia desde sus estantes, porque yo tengo lo que ellos no pudieron en su momento.
Sé, como saben todos los de mi clase, que el mayor sueño de un libro es ser leido, recordado, eterno sin más. Y comprendo por lo tanto, que las buenas obras son arrogantes, siempre calando en los lectores, haciéndolos llorar, poniéndolos a reir, ¡haciéndolos pensar y penSAR y PENSAR!. Yo soy incapaz de producir tanta humanidad, pero no me importa, porque tengo lo que ellos no.
Porque yo en cambio, elegí ser pretencioso y simple, sobre todo simple. Nunca seré un clásico, ni tendré un lugar especial en las grandes bibliotecas, pero no me preocupa, porque siempre me hallarán en los lugares comunes y de esos hay muchos.
Yo no soy un maestro en figuras literarias, mi lenguaje raya en lo cotidiano, es repetitivo, incómodo y hasta molesto para los que han probado la buena literatura. Esas personas siempre me despreciarán porque mis personajes carecen de dramatismo, de un verdadero perfil. En mi afán de hacerlos deseables olvidé hacerlos coherentes, reales en su propio entorno. En vez de eso los he creado insulsos, básicos y francamente estúpidos.
Pero aún siendo como soy, un mal libro en toda ocasión, soy leido. Más que Bram Stoker, más que Marie Sheley, no soy Shakespeare, ni Dostoievski, Borges, Saramago, Cervantes, Cortazar, Vargas Vila, García Marquez, Camus, Homero, Neruda, Goethe, Tolstoi, ¡Woolf!. No soy nadie digno de nombrar, y tal vez en esa insignificancia consiste mi éxito. Soy como "la gente", inespecífico, hago parte del montón...
Entre el vulgo hay quienes viven una cotidianidad, diríamos, poco fantástica, o por el contrario están aquellos que soportan el peso de sucesos profundos y dolorosos, "de los plenos y felices también hay, pero son muy pocos y nunca son tenidos en cuenta en la democracia". Y es por eso mi querido lector de ojos finos que soy tan aclamado, porque los primeros se sienten identificados, comprendidos, retratados en mi excesiva sencillez, y los segundos ya tienen mucha mierda en la cabeza, esos necesitan un escape, un cuento ligero, un libro como yo. Incluso los terceros, aunque me odien por ser tan mediocre, pueden leerme, no tengo la facultad para hacerles daño.
Yo soy un libro de generalidades y accesible para todos. No exijo, no discrimino. Yo soy lo que no son esos grandiosos ejemplares escritos por grandes mentes. Soy universal.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Lo que me enseñó mi papá
Personas tan básicas que no entienden la trascendencia de sus propias palabras.
Personas tan básicas que dicen porque sí, porque suena bonito.
Personas tan básicas que no caben ni en sus propios zapatos, mucho menos en los de otros.
Personas que no leen y tienen un obtuso entendimiento de la grandeza.
Personas que se excusan en ser personas.
Personas que no dan ni se dan. Son seres calculadores.
Personas sin gusto ni tacto, sin aspiraciones de plenitud.
Y personas que juzgan a esas personas, porque sólo un egoísta es capaz de identificar otro egoísta.
Personas tan básicas que dicen porque sí, porque suena bonito.
Personas tan básicas que no caben ni en sus propios zapatos, mucho menos en los de otros.
Personas que no leen y tienen un obtuso entendimiento de la grandeza.
Personas que se excusan en ser personas.
Personas que no dan ni se dan. Son seres calculadores.
Personas sin gusto ni tacto, sin aspiraciones de plenitud.
Y personas que juzgan a esas personas, porque sólo un egoísta es capaz de identificar otro egoísta.
Problemas de altura
He pensado que - si desde su punto de vista - no podemos ser iguales en estatura, es mejor que no seamos nada en absoluto. No me interesa emparentarme con seres que se creen más grandes sólo porque me llevan una antena de distancia.
Y dicho esto, la jirafa más joven se retiró de la escena.
Imagen por Liniers.
Y dicho esto, la jirafa más joven se retiró de la escena.
Imagen por Liniers.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Una vez en un mar
Había una vez una ballena que se enamoró de un submarino. Un amor imposible, muchos dirían con comprensible sensatez... Pero razón tenía Pablo Picasso cuando dijo que 'todo lo que puede ser imaginado, es real', y esta ballena, que era una gran admiradora del pintor, decidió que sí, era posible.
Y fue. Un ser de Dios y una maquina del hombre encontraron que su naturaleza era navegar, y que si dos podían nadar en un mismo mar, entonces el amor era sólo cuestión de coordinar velocidades.
Fin
Y fue. Un ser de Dios y una maquina del hombre encontraron que su naturaleza era navegar, y que si dos podían nadar en un mismo mar, entonces el amor era sólo cuestión de coordinar velocidades.
Fin
Ilustración por Alberto Cerriteño
sábado, 3 de noviembre de 2012
Con la llegada de ciertas temporadas, sucede que nos desintegramos en pequeñas versiones de nosotras mismas. Y caemos... Nos precipitamos al vacío entendiendo que ya no nos pertenecemos más. Llegamos al suelo sólo para seguirnos quebrando; en el barro, nuestros pedazos se vuelven más pedazos que se siguen partiendo hasta que no hay menor ni igual, hasta que es imposible juntar nuestras partes, hasta que somos irreconocibles a nosotras mismas. Nos abandonamos a lo que un día fuimos por la ambición de ser nuevas. Y ese deseo, tan humano, tan impropio, se cuela entre la tierra. Y nos damos totalmente, porque sabemos que este efímero momento, que empezó con una caída, se repite para siempre, somos eternas.
Sinceramente,
Una gota de lluvia.
Sinceramente,
Una gota de lluvia.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Flores
Lo que Henrieta no sabía es que las flores en el pelo ya habían pasado de moda, por eso las vestía con orgullo cual jardín de burgués americano. Pero no había tal. No había jardines, ni flores, ni había nada.
Y aún así, para una joven invidente el mundo es incorrupto, hermoso, hecho a la medida de su imaginación. Y en la cabeza de Henrieta, las flores eran escenciales.
Ilustración 'Me como a mi' por Vero Gatti
Y aún así, para una joven invidente el mundo es incorrupto, hermoso, hecho a la medida de su imaginación. Y en la cabeza de Henrieta, las flores eran escenciales.
Ilustración 'Me como a mi' por Vero Gatti
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