domingo, 25 de noviembre de 2012

Carta abierta de un libro malo

Yo sé que soy un libro malo, de esos que todo el mundo lee. Es porque soy corriente, ordinario, y fácil de leer.

Sé que mis historias no son sorprendentes, ni profundas. Que nunca estaré a la altura de Hemingway, Dickens, Austen, Levy, o incluso el joven Warnke. Y sin embargo todos ellos me miran con envidia desde sus estantes, porque yo tengo lo que ellos no pudieron en su momento.

Sé, como saben todos los de mi clase, que el mayor sueño de un libro es ser leido, recordado, eterno sin más. Y comprendo por lo tanto, que las buenas obras son arrogantes, siempre calando en los lectores, haciéndolos llorar, poniéndolos a reir, ¡haciéndolos pensar y penSAR y PENSAR!. Yo soy incapaz de producir tanta humanidad, pero no me importa, porque tengo lo que ellos no.

Porque yo en cambio, elegí ser pretencioso y simple, sobre todo simple. Nunca seré un clásico, ni tendré un lugar especial en las grandes bibliotecas, pero no me preocupa, porque siempre me hallarán en los lugares comunes y de esos hay muchos.

Yo no soy un maestro en figuras literarias, mi lenguaje raya en lo cotidiano, es repetitivo, incómodo y hasta molesto para los que han probado la buena literatura. Esas personas siempre me despreciarán porque mis personajes carecen de dramatismo, de un verdadero perfil. En mi afán de hacerlos deseables olvidé hacerlos coherentes, reales en su propio entorno. En vez de eso los he creado insulsos, básicos y francamente estúpidos.

Pero aún siendo como soy, un mal libro en toda ocasión, soy leido. Más que Bram Stoker, más que Marie Sheley, no soy Shakespeare, ni Dostoievski, Borges, Saramago, Cervantes, Cortazar, Vargas Vila, García Marquez, Camus, Homero, Neruda, Goethe, Tolstoi, ¡Woolf!. No soy nadie digno de nombrar, y tal vez en esa insignificancia consiste mi éxito. Soy como "la gente", inespecífico, hago parte del montón...

Entre el vulgo hay quienes viven una cotidianidad, diríamos, poco fantástica, o por el contrario están aquellos que soportan el peso de sucesos profundos y dolorosos, "de los plenos y felices también hay, pero son muy pocos y nunca son tenidos en cuenta en la democracia". Y es por eso mi querido lector de ojos finos que soy tan aclamado, porque los primeros se sienten identificados, comprendidos, retratados en mi excesiva sencillez, y los segundos ya tienen mucha mierda en la cabeza, esos necesitan un escape, un cuento ligero, un libro como yo. Incluso los terceros, aunque me odien por ser tan mediocre, pueden leerme, no tengo la facultad para hacerles daño.

Yo soy un libro de generalidades y accesible para todos. No exijo, no discrimino. Yo soy lo que no son esos grandiosos ejemplares escritos por grandes mentes. Soy universal. 

3 comentarios:

  1. El relato de la cotidianidad no posee pretenciones.

    Te gustó Warnke :D

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  2. Y tal vez uno quiere volver a ellos, los necesita.
    Yo creo que quien los escribió sí estaba aspirando a bellezas; que no lo logre es otra cosa, pero apuntó y eso se respeta. (Ahora, si no apunta... pues no sé, ahí "ya no te quiero").

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    1. Esa es la cosa, los libros malos también merecen respeto, y sobre todo, también aportan. Un libro siempre aporta.

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